En un mundo donde el cine se ha convertido en una poderosa herramienta de denuncia, “The Sea” se alza como un ejemplo contundente. La película, dirigida por Shai Carmeli-Pollak, narra la historia de Khaled, un niño palestino de 12 años de Ramala que sueña con ver el mar, pero para cumplir su sueño deberá sortear los estrictos controles militares impuestos por Israel en la ocupación de Cisjordania.
La cinta utiliza un relato aparentemente simple, el sueño de un niño, para reflejar de manera profunda las dificultades cotidianas de los palestinos, convirtiéndose en una denuncia sutil pero poderosa de la situación en el territorio.
“The Sea” no solo conquistó a la crítica, sino que también logró reconocimiento dentro de Israel. La película ganó el premio a Mejor Película en los Ophir, los galardones locales equivalentes a los Oscar, y su pequeño protagonista, Muhammad Gazawi, fue reconocido como Mejor Actor. El productor Baher Agbariya destacó durante la ceremonia que la película trata sobre el derecho de todo niño a vivir en paz.
Pero no todos celebraron este reconocimiento. El ministro de Cultura de Israel, Miki Zohar, criticó la premiación y anunció que el gobierno dejará de financiar los premios Ophir a partir de 2026, alegando que la victoria de la película “escupe en la cara de nuestros heroicos soldados”. La controversia refleja cómo el arte y la política chocan, y cómo el cine puede convertirse en un espacio de diálogo, protesta y reflexión, incluso en medio de tensiones extremas.
“The Sea” se perfila ahora para representar a Israel en los Oscar, una paradoja que ha generado debates sobre identidad, representación y justicia en la industria cinematográfica del país. Más allá de premios y polémicas, la película sigue poniendo en el centro la voz de los niños palestinos y su derecho a soñar.