Vie. Sep 19th, 2025

Un nuevo estudio de la Universidad de California en Berkeley reveló que los chimpancés que habitan en libertad consumen, a través de su dieta frugívora, el equivalente a entre una y dos copas de alcohol al día. Los investigadores midieron el contenido de etanol en 21 especies de frutas que forman parte de la alimentación habitual de estos primates en Ngogo (Uganda) y Taï (Costa de Marfil), y descubrieron que la graduación alcohólica promedio era de 0.26 % en peso. Dado que los chimpancés ingieren alrededor de 4.5 kilos de fruta madura diariamente, la cantidad de etanol que incorporan a su organismo alcanza aproximadamente 14 gramos al día, similar a una bebida estándar en Estados Unidos. Ajustada a su menor masa corporal, la ingesta equivale a casi dos bebidas para un humano.

El hallazgo, publicado en Science Advances, sugiere que la exposición constante a pequeñas dosis de alcohol ha sido parte del nicho ecológico de estos simios y, probablemente, de los ancestros comunes que compartimos con ellos. “El alcohol presente en las frutas fermentadas ha formado parte de la dieta de los chimpancés durante miles de años, y es posible que la atracción humana por el alcohol tenga raíces en esa herencia”, explicó Robert Dudley, profesor de biología integrativa y coautor del trabajo.

Aleksey Maro, autor principal del estudio, señaló que los chimpancés no parecen buscar activamente frutas con más etanol, aunque al preferir las más maduras podrían ingerir concentraciones ligeramente mayores. Aun así, incluso si se alimentaran al azar, las bajas concentraciones de alcohol multiplicadas por la gran cantidad de fruta que consumen producen una dosis significativa. Sin embargo, el consumo se reparte a lo largo del día, por lo que no muestran signos de embriaguez; para que un chimpancé llegara a intoxicarse, debería ingerir tanta fruta que su estómago se saturaría antes de alcanzar ese punto.

El trabajo también plantea que la ausencia de frutas fermentadas en la dieta de los chimpancés en cautiverio y en buena parte de los humanos modernos podría significar la pérdida de un nutriente presente en la alimentación ancestral. El llamado “efecto del mono borracho”, propuesto por Dudley hace más de dos décadas, encuentra ahora respaldo empírico: nuestra relación con el alcohol podría no ser un mero hábito cultural, sino un legado biológico que comenzó cuando los primeros homínidos, al igual que sus parientes actuales, se beneficiaban de la energía adicional que ofrecían los azúcares y el etanol en frutas maduras.

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